La
revolución del lanar 1860-1900
Luego
de la Guerra Grande el censo de 1852 señaló una modesta existencia de ovinos.
Apenas 800.000, y de ellos sólo un 16% eran mestizos. […] la Guerra Grande
había paralizado los progresos de refinación e importaciones de ovinos de raza
de Europa e incluso se perdieron majadas enteras refinadas y reproductores que
habían costado mucho dinero a sus importadores, algunos estancieros europeos.
En 1860 la existencia se ha recuperado mucho, llegando a tres millones de
cabezas, fundamentalmente debido a esos años de paz. Pero el salto cuantitativo
que dio entre 1860 y 1868. En este último año es probable que el stock ovino
nacional alcanzara a los 16 millones de cabezas. Además, como al término de la
Guerra Grande se reanudó la importación de sangre finas de Europa, la
mestización con carneros merinos franceses y alemanes hizo subir el promedio de
rendimiento de lana por cabeza, de aproximadamente 500g a [1.150 kg] hacia
fines de la década del 60. Esa lana ya tenía cierto nivel de calidad que empezó
a ser conocido en Europa y por lo tanto se abrió otro rubro exportable para la
producción agropecuaria uruguaya.
Causas
de la expansión
Varias causas se conjugaron
para que el lanar se expandiera por toda la República y para que faboreciera la
producción de lana. En primer lugar una fuerte
demanda uruguaya. A medida que
avanzaba el siglo XIX la producción de las naciones europeas que se dedicaban a
la industria textil se hizo cada vez más insuficiente. Inglaterra, Francia,
Bélgica, apenas si podían alcanzar a cubrir el 44% de lo que la industria
británica necesitaba, o el 27% de lo que necesitaba la francesa. Recurrir a los
lugares donde podía producirse lana de buena calidad y barata, se hizo un
imperativo para los industriales europeos.
En la década del 60 también
ocurrió un hecho que nos favoreció. La
Guerra de Secesión de los Estados Unidos (1861-1865) anuló el envío de
algodón americano a Europa. Desprovista de una de las dos fibras textiles que
alimentaban a su industria, Europa tuvo que volcarse necesariamente a la compra
de lana en mucha mayor cantidad que hasta ese momento.
[…]. Los estancieros criollos se fueron acercando al lanar cuando
observaron que sus pares extranjeros radicados en el país, acometían su
explotación con buenos resultados económicos. Lo que primero fue visto por los
criollos como un trabajo de “gringos” (la cría de ovinos), pronto se les presento
como un buen negocio. Sobre todo cuando, […], la abundancia de ganado vacuno
había llevado a que de él sólo se valorara el cuero. La cría vacuna por un lado
y el hecho de que el ovino complementara, sin sustituirlo, al vacuno, tanto en
el consumo de los pastos como en las eventualidades comerciales, hizo que su
exportación se generalizara en la República.
El
ovino fue visto como una especie de seguro climático y económico. Cuando
había sequía y el ganado vacuno podía morir, el ovino resistía mejor. Algo
semejante ocurría en el plano de la comercialización: años en que bajaba el
precio del cuero, subía el de la lana; y a la inversa, años en que podía
decrecer el precio de la lana, mostraban cotizaciones favorables para el cuero
vacuno. La dificultad del nuevo rubro de explotación convenció a los
estancieros criollos de las ventajas de la cría del ovino. Ello explica la
generalización de la cría de la especie en todo el territorio nacional.